El acto de la visita domiciliaria esta cargado de emociones, para el profesional y para la familia. Fijándonos en nosotros mismos, debemos saber discernir cuales son la emociones que nos provoca cada visita en concreto, antes, durante y después; y cuanto de nosotros impregna esas impresiones que nos llevamos.
No olvidemos que el trabajo con familia nos evoca en algún momento a nuestra propia familia ya todos tenemos experiencia de vivir en familia. Al visitar a una familia también nos evoca nuestro propio hogar ya que todos tenemos la vivencia de residir en un hogar, este nuestro “mapa” puede condicionar nuestra percepción de las cosas.
Estar atento a esto es tarea de los trabajadores sociales en activo, de los estudiantes en prácticas y de los docentes en advertirlo.
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